ago Número 7
nº 7
Portada:
El río invisible de València, en verano
XÈLON XLF
Xèlon XLF, el autor de la portada, es de Mislata pero vive en València.
Ilustrador y DJ, es más conocido como artista urbano, uno de esos narradores gráficos de muros y fachadas que ha acuñado el término “Paredes Ilustradas”.
¿Y no es fantástico que tras ese pseudónimo habite un muralista que se apellida precisamente Paredes? Es como si un fontanero se llamara Paco Tubería.
Xèlon es un individuo grande y sensible, como los robots que dibuja por todos lados. Unas máquinas perpetuamente enamoradas, con sus hierros, tubos, tornillos y rostro con ojos, deseando encontrar pareja con la que acoplar sus tuercas y oxidarse juntos.
Perteneciente a una familia de artistas muy especial, no tiene miedo de probar cualquier disciplina. Por ejemplo, ha escrito guiones para sus comics y, en todas sus intervenciones urbanas se nota una reflexión anterior, una historia detrás. Ahora está enganchado a la escultura en forma de ilustraciones tridimensionales. Ha pasado de dibujar sus robots a construirlos, acariciando cada pieza de metal.
Cuando le definen como graffitero, explica que realmente el graffiti representa la necesidad de gritar algo y estamparlo contra el muro. Un arrebato.
Ahora, con la experiencia, prefiere narrar sus propias batallas en la pared, para que todos lo vean.
Parece igual, pero no es lo mismo.
Esta es su web.
Sello: ©Xèlon
BRIEVA
David Brieva Rosáenz, el autor de Miedo a la lluvia –Relato semificcional de un asturiano en Valencia–, nació en Gijón, pero vive en València.
David, como buen asturiano, es persona amigable, directa, comprometida y luchadora.
No es de extrañar que pronto fuera elegido como representante de los estudiantes del máster por el que se vino a vivir a València –pese a ello, ni un solo neumático fue quemado durante ese período–.
Gestor cultural, coordinador de exposiciones, congresos científicos, espectáculos en directo o desfiles de moda, es sobre todo un gran amante de los cómics y de las series de televisión.
Posee un conocimiento enciclopédico, analítico y reflexivo que divulga a través de la radio –actualmente dirige el podcast seriéfilo Laboratorio de investigación de series que realiza junto a Áurea Ortiz y Mikel Labastida para la plataforma Podium Podcast; otrora en su mítica sección sobre cómics La viñeta indiscreta en el programa Café con vistas de Ràdio Klara– y de sus reseñas de cómics en prensa escrita. Cabe destacar que tiene un don natural para la comunicación, siendo uno de los mejores, más expresivos y divertidos narradores de historias que se recuerdan.
Es también coleccionista de originales de cómic, poseedor de una nutrida selección de dibujos de algunos de los más importantes autores a nivel internacional.
En 2013 abrió, junto a Luci Romero, la librería Bartleby en el barrio de Russafa. Un templo consagrado a los libros, los cómics y el vino que se ha convertido, desde sus inicios, en un espacio cultural sin parangón en el que se suceden actividades de todo tipo –presentaciones, talleres, charlas, clubes de lectura, conciertos e incluso obras de teatro–.
Dos curiosidades más:
1) Su participación actoral en el largometraje «Cuchillo», de Muerte Horrible (2013, 99′).
2) Su gran destreza en el cocinado de la auténtica paella valenciana.
MGB
Esta es su web.
Sello: ©Carlos Ortin
GERARDO
@elgrangerardosanz, el ilustrador de Miedo a la lluvia, nació y vive (a veces) en Gandía.
El que esto escribe, siempre ha desconfiado de los ilustradores que se autodefinen como “pintamonas” (o de los que dicen “hago dibujitos”). Tampoco me fío un pelo de los cantantes que presumen de “cantamañanas”. No me agrada esa falsa modestia, ese campechanismo de Torrebruno. Pues bien, nuestro colaborador utiliza sobre sí mismo estos epítetos en el perfil de Conversaciones con el Huracán, su blog-saga científico*, y ante mi sorpresa, no es por ninguna de las despreciables razones que he planteado. ¿Y por qué lo hace? se preguntarán ustedes.
Pues porque puede. Porque un tipo que escribe, dibuja, compone, hace poemas, toca el acordeón, canta como solista en el grupo La Pulquería, diseña publicaciones, hace storyboards, construye juguetes, juega a waterpolo… y todo ello a la vez y bien, debería ser puesto como ejemplo en los libros de texto.
Pero ¡ay!, también es el rey de los proyectos inacabados, que le encanta comenzarlos pero no terminarlos. Y esto, efectivamente, le convierte en un pintamonas y un cantamañanas. De modo que respondiendo a la pregunta de ustedes, nuestro colaborador no hace otra cosa que ser sincero.
Además se dice de él que, cuando sale del agua, parece Poseidón.
¿Irrelevante? No lo creo.
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(*)Magnífica publicación, por otra parte.
Esta es su web.
Sello: ©@elgrangerardosanz
Relato semificcional de un asturiano en Valencia
21 de agosto de 2007, mi abuelo sucumbe ante la horrible enfermedad que le había postrado en una cama los últimos años de su vida. Él, que se había ganado una reputación en nuestra familia y parte del municipio como «El Flipau», que según sus propias palabras significaba “aquel que ha visto el sol”, mantenía que conocía las formas y brillos del astro rey en toda su plenitud, pues había viajado en una ocasión al levante español y disfrutado de sus placeres. En esos tiempos también había acumulado una hacienda generosa por medio de negocios que nunca había tenido interés en aclarar.
Lo que mi familia en su profundo desconsuelo desconocía, es que en su último aliento mi abuelo había susurrado a mi oído tres claves vitales que transformarían mi existencia: Los, Croares, Purricono. En aquellos momentos no sabía que la morfina hablaba por él.
2008 fue un año muy importante en cuanto a los movimientos migratorios, yo puse mi granito de arena embarcándome en una aventura inigualable alentada por las enigmáticas palabras de mi ilustre antecesor y por la sobreestimulación cerebral producida por la serie Perdidos, cuyo mensaje al final de la tercera temporada entendí como mío. Debía volver a donde mi abuelo había logrado la felicidad.
Cargado de ilusiones y con una determinación feroz alcanzaba mi meta amaneciendo en la Estación del Norte de Valencia solo 2 meses, 5 cabalgadas y 3 salteadores después de mi salida de Asturias. Por suerte son regiones muy bien comunicadas.
A mi llegada, sin más, arrodilléme. Doblegado por la potencia lumínica que llegaba desde las alturas tardé varias horas en reponerme y cuando lo hice descubrí que, para mi sorpresa, los oriundos no solo no parecían mostrar sorpresa o veneración por su afortunada climatología sino que malinterpretando mi situación me habían obsequiado con 3 euros en moneda pequeña, alguna colilla y un sombrero de esparto.
En aquel momento vi la luz por partida triple concluyendo que estas gentes eran tan generosas como ignorantes y desenmarañando el primer acertijo de «El Flipau».
Los = Sol check ✓
Por ser consecuente con mi condición, que en aquel momento era la de estudiante, encontré acomodo en un piso que se anunciaba como uno de esos refugios para jóvenes intelectuales. Los inquilinos formábamos un grupo peculiar, como el inicio de un mal chiste, una de Birminghan, uno de Sueca y uno de Gijón.
La convivencia era fluida y pronto descubrimos que la gastronomía era un punto de unión entre nuestros modos de hacer, las generosas raciones asturianas, el compartir de los platos valencianos y la rapiña sistemática inglesa. A la paella le seguía un fabada y al arroz al horno un cachopo, ante atónitos ojos británicos.
Pero lo que comenzó siendo un turnismo culinario amable devino en una carrera alimentaria por el poder. La escalada gastronómica kamikaze que aconteció durante esas semanas fue dura y tuvo bajas significantes. A inicios de nuestro tercer mes sufrimos un Brexit, lo que nos obligó a replantear nuestros movimientos expansionistas. Firmamos un armisticio que dio lugar a una fructífera colaboración que acabó por abrirme los ojos ante la supremacía arrocística del territorio y de rebote me llevó a resolver el segundo misterio del nirvana alcanzado por mi abuelo.
Croares = Arroces check ✓
Finalizados mis estudios urgía encontrar sustento y por avatares del destino conocí a una amistosa pareja que sin dudarlo me acogió bajo su protección. Eran personas de aspecto impoluto que vestían sus blusas y chalecos de manera tan rigurosa como elegante y se tomaban la filosofía del carpe diem a rajatabla. De ellos aprendí muchas cosas, que no hace falta saber nada de algo para dedicarse a ello profesionalmente, que hay unos animales que se extinguen si no se les hace pasar un mal rato, o que la frase «pero si lo hace todo el mundo» te hace sentir mucho mejor contigo mismo.
Afirmaban tener múltiples «contactos» y de entre ellos sobresalía un buen amigo suyo, un alcalde tan mañoso que se las había arreglado para cobrar más que el presidente del Gobierno.
Resultó, según me explicaron unos señores de uniforme, que el dinero que usaban para sus cosas era de todos, yo incluido, y que ahora pasan sus tardes en el calabozo con su amigo el alcalde al que por lo visto sus compañeros reclusos han cogido mucho cariño.
Ante tal revelación caí al suelo colapsado y tuve un flasback de mi llegada a Valencia que a su vez me condujo a un flashforward que repasó la serie de Perdidos al completo y me devolvió a mi realidad temporal en un estado de iluminación sin precedentes. El último enigma había sido desenmascarado.
Purricono = Corrupción check ✓
Desde entonces creo que entiendo un poco mejor a los valencianos y el misterio de felicidad de mi abuelo, lo único que no me explico es por qué, siendo asturiano, ahora le tengo un miedo atroz a la lluvia.
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