Número 6

nº 6

Portada:
Vista de Ruzafa

HERREROS

Maria Herreros, la autora de la portada, vive en Barcelona pero nació en València.

Sus ilustraciones son como colecciones de cromos que intercambia con los que las miran, como dando su versión de todo lo que ya existe: La vida según Maria Herreros.

Sus retratos siguen aquella vieja premisa de Picasso: “ahora no te pareces, pero ya te parecerás”, pero solo a medias porque además, sí se parecen. Son retratos que, más que psicológicos, parecen telepáticos.

Y en cuanto al contenido de sus obras, a la hora de tratar temas potentes, Maria no tiene pelos en el pincel. Quien tenga curiosidad, que le eche un vistazo a su Negro viuda rojo puta.

MH siempre mira fijamente. Y si tu miras sus dibujos con la misma intensidad descubrirás algunos regalitos en forma de trampantojo que suele regalar a sus lectores.

Esta es su web.
Sello: ©Maria Herreros

GINER BOU

Miguel Ángel Giner Bou, el autor de Gorgó y Supermán se citan en Tokio, vive en Benetússer, donde nació.

La historia está llena de escritores que tuvieron que aprender los rudimentos del dibujo para poder dar luz a sus historias. Se me ocurren tres ejemplos: Antoine de Saint-Exupéry y Marjane Satrapi.

MAGB hizo el camino contrario. Solo cuando tuvo consolidada su carrera como dibujante se puso a coquetear con la narrativa, uniendo para crear historias que otros dibujarán, sus dos pasiones: el cine, la literatura y los cómics.

Fino conversador, nunca habla por hablar. Se puede no estar de acuerdo con él, pero es imposible no tomarle en serio. Sólo hay tres temas que no tocará jamás: los tópicos y los previsibles.

Tímido pero deportista en su juventud, ha devenido con los años en un desenvuelto y hábil profesor y conferenciante, además de líder profesional, pero sin descuidar sus dos grandes debilidades: sus hijas, la Sci-Fi y la amistad.

Resumiendo, hay tres tipos de personas: las que saben contar y las que saben narrar. Miguel Ángel Giner Bou pertenece a los segundos.

Esta es su web.
Sello: ©Cristina Durán

SEBASTIÁN

César Sebastián, el ilustrador de Gorgó y Supermán se citan en Tokio, vive en València, donde nació.

Además de historietista e ilustrador, toca otros palos y todos bien: dirección de arte, diseño gráfico y, últimamente se destaca por su habilidad manejando grupos de alumnos que quieren dibujar como él.

Combina una cabeza pensante llena de referencias gráficas y culturales con un asombroso dominio de la técnica.

Criado en un ambiente donde la buena música tiene mucha importancia, sus ilustraciones de trazo seguro y potente y color mecánico de otros tiempos encajan perfectamente en un imaginario de cultura pop bizarra e irónica.

Y en lo tocante a lo personal, tiene la típica pinta de ilustrador millenial que tira de espaldas.

Esta es su web.
Sello: ©César Sebastián

Debo empezar diciendo que yo no soy de la ciudad de Valencia, soy de Benetússer, un pueblo al sur pegado a la ciudad. Está tan cerca de Valencia que de mi casa al centro hay menos distancia que de la playa de la Malvarrosa al centro. Para que os hagáis una idea, el tren de cercanías te deja en la estación del norte en menos de siete minutos.

Debo decir también que, por las restricciones propias de un pueblo pequeño, muy pequeño, prácticamente todas mis inquietudes culturales, que son muchas, las sofocaba en la capital del Turia. Estar a tan poca distancia de una ciudad mediana (no es grande, por mucho que algunos lo crean) me facilitó el acceso desde temprana edad a cines, teatros, librerías o conciertos.

De todas las aficiones que ahora recuerdo, la que más me fascinaba de niño era el cine. En mi casa éramos dos hermanos de edades cercanas. Yo creo que mis padres pronto se dieron cuenta de que había tres formas de que estuviéramos quietos. Una era darnos un tebeo para leer; otra era darnos hojas y lápices y ponernos a dibujar. La tercera era llevarnos al cine.

Precisamente de aquella época recuerdo un episodio con mucho cariño. Un fin de semana de invierno que no fuimos a la casita de la playa (mis padres, como muchas familias de aquel entonces, tenían una casita en la playa y todos los fines de semana íbamos allí el viernes para volver el domingo) para el sábado mis padres habían ideado un plan maravilloso para esos dos niños inquietos. Nos llevaron primero a ver Capricornio uno, creo recordar que en el Capitol, aquella película que ponía en entredicho la llegada a la luna a partir de una ficción sobre la llegada a Marte. Luego nos llevaron a cenar al bar Turís, que hacía unos bocadillos de calamares y de longanizas espectaculares. Y después de la cena, para acabar de cerrar ese magnífico día, nos metieron en el Serrano a ver La guerra de las galaxias. Yo tenía 9 o 10 años y aquello se me quedó grabado de por vida. Ahora, como padre, me gusta hacer este tipo de cosas consciente de que voy a generar esos recuerdos en mis hijas.

Los fines de semana que sí íbamos a la casita en la playa solíamos volver después de comer y, para matar las tediosas tardes de domingo, nos llevaban al cine a las sesiones dobles o triples de los cines de re-estreno: el Metropol, el Avenida… y con películas de las que no estoy muy seguro de que fueran para menores, aún menos para niños pequeños. Tengo muy vagos recuerdos de ellas, solo puedo decir que muchas eran japonesas: Gorgo y supermán se citan en Tokyo, Godzilla, una que creo que se llamaba Los tres supermanes o algo así, de la que solo recuerdo que saltaban desde la azotea de un edificio, cortaban el plano para luego, en el siguiente plano, verlos “aterrizar” con un pequeño saltito en la acera de abajo y que, incluso para el pequeño niño que yo era, aquello ya cantaba demasiado. ¡Estos supermanes no vuelan!, le decíamos indignados a mis padres.

O aquellas de Godzilla o Gorgo en donde una bestia enorme atrapaba con sus garras a los humanos que corrían despavoridos, se los llevaba a la boca y les comía la cabeza de un bocado sin cortar el plano. Aunque se notaba mucho el stop-motion, aquello era perfecto para que por la noche me doliera la barriga y no tuviera más remedio que llamar a mi madre que siempre venía y que siempre se creía que de verdad me dolía la barriga. Lo mismo que me pasa ahora con mi hija, que cuando ve una de miedo le duele irremediablemente la barriga y yo, pues no tengo más remedio que ir cuando me llama y creerme de verdad que le duele la barriga.

Lo bueno es que me han quedado bastantes recuerdos y no pocas aficiones, como es el amor por el cine, cualquier tipo de cine, y por las sesiones dobles. A día de hoy, el cine en la ciudad casi ha desaparecido (salvo Lys y ABC Park) expulsado a las afueras o a la periferia en centros comerciales y todos con multisalas. En todos ellos, los programas casi son un calco unos de otros y resulta casi imposible el acceso al cine independiente o minoritario como aquellas películas de serie Z japonesas. David Cronenberg, Hayao Miyazaki, Atom Egoyan o Joon-ho Bong, por poner unos ejemplos, es casi imposible que estrenen en uno de esos cines. Sólo nos quedan, como últimos reductos a modo de aldea gala, los Aragón y los Babel, el D’or o la filmoteca. Antes podías ver de todo en la pantalla grande, ahora estamos condenados a verlo en pantalla pequeña.

———————————-
*Godzilla vs Megalon

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.